martes, 10 de marzo de 2015

El familiar im-paciente: cuido y me cuido


Una de los aspectos que más nos preocupa cuando recibimos el diagnóstico de una enfermedad es cómo va a afectarnos en nuestro día a día y, en el caso de enfermedades más graves, el grado en que va a afectar a nuestra autonomía.

No nos gusta depender de otras personas pero, en ocasiones, necesitamos el apoyo y cuidado de familiares o amigos para afrontar la enfermedad y sus tratamientos, o para realizar actividades de la vida diaria.  

Con el post de hoy pretendo hacer un reconocimiento a las miles de personas que acompañan y cuidan a pacientes. Personas que también conviven con la enfermedad porque, en buena medida, acuden a las citas médicas, viven con la incertidumbre y el miedo, aparcan parte de su vida social o laboral, presentan síntomas de cansancio físico o agotamiento emocional o tienen dificultades para descansar, entre otros.

Por todo ello, el cuidador debe ser también objeto de atención del entorno familiar y social y de los profesionales sociosanitarios. Hay que estar atentos a sus necesidades para que puedan tener una calidad de vida idónea para su propio bienestar y para el cuidado óptimo de su familiar. Promoviendo hábitos de vida saludables y conductas de autocuidado, los cuidadores podrán sentirse más a gusto con su situación y prevenir posibles complicaciones en el ámbito físico, emocional y social.

¿Qué puede hacer un cuidador para cuidarse a sí mismo?

       Descansar: Conciliar las responsabilidades profesionales y personales con el cuidado puede resultar difícil pero, en la medida de lo posible, hay que tratar de dormir lo suficiente, aprender a relajarse y permitirse tiempos de desconexión. Siempre pensamos que no tenemos tiempo pero, planificando las actividades y tareas y estableciendo prioridades, es posible encontrar espacio para uno mismo. Los psicólogos son un buen recurso para aprender a relajarnos y adoptar buenos hábitos de descanso. Otra buena opción es acceder a un programa de Respiro Familiar que desarrollan algunas instituciones públicas u organizaciones privadas y que permite conciliar las diferentes esferas de la vida del cuidador. 

Pedir ayuda: A veces pensamos que no podemos quejarnos ni pedir ayuda porque quien tiene la enfermedad es el otro. Para nada! Es muy saludable pedir apoyo a nuestro entorno familiar o social, o incluso a asociaciones de pacientes o profesionales sanitarios. No debemos avergonzarnos o sentirnos culpables por ello.

Valorar mi trabajo como cuidador: Puede no ser muy gratificante porque, en ocasiones, es una responsabilidad muy absorbente, poco visible y se producen emociones de ira, enfado, miedo o impotencia por parte del paciente que dificultan la relación y afectan a nuestro estado de ánimo. Debemos contextualizar las reacciones, poner límites y ser conscientes del valor de nuestro trabajo.

Realizar hábitos de vida saludables: Alimentarse correctamente o realizar ejercicio físico nos ayudará a sentirnos mejor. La enfermedad de nuestro familiar nos puede llevar a pensar que debemos dedicarnos exclusivamente a él/ella, olvidándonos de nuestra propia salud. Pensar en nosotros es también pensar en el paciente. Somos un equipo y si no nos cuidamos correctamente no podremos cuidarle como nos gustaría.


Mantener tus relaciones sociales y actividades de ocio: Permitirse tiempo para divertirse y mantener los hobbies y las amistades es fundamental para nuestro bienestar. Es lógico que el cuidado altere nuestras rutinas pero debemos dar la importancia que merece el mantener nuestra vida social. El bienestar del cuidador es muy importante!

Cuidado con la sobreprotección: A veces hacemos más de lo que se necesita. Hay que conocer de forma realista lo que puede y no puede hacer el paciente, tener un diálogo fluido entre ambos y favorecer el mayor grado de autonomía posible del paciente. Todo ello permitirá un mayor bienestar tanto al cuidador como al paciente.

Descansar, pedir ayuda, valorar el trabajo, favorecer su autonomía, mantener relaciones y actividades de ocio y realizar hábitos de vida saludable. Son una muy buena manera de empezar a cuidarte. Todos son pilares fundamentales para mejorar el bienestar de las personas que cuidan y apoyan a las personas que tienen una enfermedad.

El blog “Mi rincón de apoyo al cuidador” de Eva Lorenzo (trabajadora social) contiene información de calidad al respecto con muchas formas de cuidarse.

Existen recursos específicos para aquellos que cuidan a personas en situación de dependencia que están contemplados en la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de Dependencia. Se abordarán estos recursos en una próxima entrada del blog.

GRACIAS A FÁTIMA CASTAÑO POR REVISAR Y ENRIQUECER ESTE POST!!! :)


domingo, 8 de marzo de 2015

Amelia Earhart - Lo difícil es la decisión de actuar, el resto es tenacidad


Hoy, Día Internacional de la Mujer, me he topado con la siguiente historia que recoge el libro "Atlas de Islas Remotas" de Judith Schalansky (muy recomendable, por cierto!).

Me ha gustado leerlo precisamente hoy. Es un texto motivador e inspirador, y todo un ejemplo de que el género no nos debe limitar para dedicarnos a lo que realmente queremos. Espero que pronto no tengamos que celebrar un Día de la Mujer.

Confió que os guste!!

                                                                                                                                                                

Aunque logró incontables méritos en las alturas, Amelia Earhart no se conformaba con ser la primera mujer en conseguir tales retos, quería ser, al menos por una vez, el primer ser humano, con independencia de su género, en hacer algo memorable; por ello se propuso ser la primera persona en dar la vuelta al mundo en avión siguiendo la línea del ecuador. Sé que es peligroso, pero lo haré porque tiene que hacerse. La última fotografía que le hicieron antes de iniciar su viaje de 29.000 millas alrededor del globo muestra a una desigual pareja delante del Lockeheed L-10E Electra, un avión aerodinámico de brillo plateado, propulsado por dos motores: Earhart deja caer su mano con cariño sobre el avión, parece que lo acariciara. La cremallera de su mono de aviación está ligeramente abierta, su peinado es perfecto, su cuerpo es largo y esbelto, y su sonrisa, temeraria. A su lado puede verse a su asistente de vuelo, Fred Noonan, una chica tímida pero diligente e imprescindible en las alturas.

La mañana del 2 de julio de 1937 retoman el vuelo después de una parada para repostar en la Isla Lae. La pista de despegue está llena de baches y el avión pesa más de lo habitual, por tener el tanque de gasolina lleno hasta arriba, aunque en realidad solo llevan combustible para volar sin problemas durante unas viente horas. Ya han sobrevolado casi todo el ecuador, han recorrido más de 22.000 millas y el mundo entero queda a sus espaldas; solo les queda una última jornada de vuelo sobre el silencioso océano para cumplir su objetivo.

En la isla de Howland, a 2.556 millas de distancia, los esperan el Itasca, un guardacostas norteamericano, nuevas reservas de combustible y dos camas recién hechas. El atolón es tan pequeño que basta una nube para cubrirlo por completo. A las 7.42 de la mañana se escucha la voz de Earhart en la radio: Estamos llegando pero no vemos nada, nos queda poca gasolina. Una hora más tarde llega una nueva llamada: Volamos 157-377 grados, en dirección norte sur. La tripulación del Itasca otea el horizonte con prismáticos y enciende varias bengalas, pero ya nadie les responde. Amelia Earhart desaparece poco después de haber cambiado la historia de la aviación, el océano permanece en silencio.